Erase una vez un niño que le gustaba tanto
leer que sólo se alimentaba de libros…
Su madre le preparaba para desayunar un zumo
de duendes y un yogurt de hadas con cereales de dragones. Llevaba de almuerzo
en su cartera un bocadillo de piratas y un trozo de “La Isla del Tesoro”.
Para comer su mamá le presentaba un atractivo
castillo encantado de pasta, en la planta baja una apetitosa ensalada de
caballeros y damas, en la primera planta un suculento solomillo de dragón de
siete cabezas, y para postre, unas ricas y crujientes almenas bañadas en miel.
Por la
tarde su mamá le recogía del colegio y le llevaba a casa donde le esperaba un
libro de dinosaurios mojado en leche. Después de hacer los deberes se cogía
unas golosinas de Astérix y Obélix...
... y para cenar, una
“delicatessen” de “Cuentos de Andersen”.
Cuando la luna aparecía el niño se acostaba después
de contemplar el firmamento en su libro del Cosmos. Antes de dormir, su madre
le recitaba poemas de amor, esperanza, de ilusiones... y con ellos soñaba.
Uno y otro día su mama le preparaba parecido
menú, y día a día, iba agotando las existencias de su biblioteca-despensa, hasta
que llegó el momento en que ya no quedaba nada para leer.
Esa tarde el niño regresó del colegio
hambriento de “Mortadelo y Filemón”, su madre, desconsolada, le animó a que
hincará el diente a alguno de sus juguetes. El berrinche del niño fue tal que
la madre salió desesperada a la calle gritando: -“¡Busco libros!, ¡Libros para
leer!”.
Un señor con sombrero sin salir de su
asombro la abordó y le aconsejó: -“¡Señora, cálmese!... A la vuelta de la
esquina hay una biblioteca donde su niño podrá saciar su apetito cultural”.
La madre, más tranquila, entró a su casa y
le dijo a su insaciable retoño: -“¡Hijo, estamos salvados!”, ¡Por fin vas a
leer!”.
Apresurados, salieron los dos a la calle y
en un par de zancadas se plantaron delante de la Biblioteca Municipal. Entreabrieron
la puerta con cautela, un tanto miedosos, pero... una vez dentro, la avalancha
de sensaciones inundó sus sentidos, ¡Libros por todas partes!, ¡Infinidad de olores
y colores... formas y tamaños!”...No sabía por dónde comenzar: -“¡Quizás este
morado esté salado!”, “¡Y este amarillo sea un cuentecillo... y este rosa una
aventura de princesas...!”.
A partir de
ese día, su mamá no tuvo más problemas, ¡las provisiones estaban aseguradas!
Y COLORÍN COLOREADO ESTE CUENTO TAN SABROSO
HA TERMINADO