Para
los preparativos
del
evento, se adelanta
“maese”
golondrina,
con
su séquito de flores.
Elegante
como nunca,
con
su levita negra,
su
camisa blanca
y su
pechera encarnada.
Las
flores multicolores,
serán
las camareras,
e
irán ataviadas
con
uniforme de gala,
diseñado
por “madame” araña.
Cofia,
guantes y delantal,
tejidos
con escrupulosa
diligencia,
con hilo de plata
y
adorno fino de perlas
del
rocío de la madrugada.
Para
amenizar el entretanto,
un
espectáculo aéreo
hace
olvidar
las
ganas de manducar.
Son
acróbatas del aire,
estos
abejarucos sureños,
tiñen
el cielo en tonos
azul,
verde y ocre.
-“¡Ya
no puede tardar!”-,
pregona
la cigüeña,
-“la
cena está programada
para
el atardecer”-.
Un
rumor recorre la reunión:
-
“Ya llega, ya está aquí.”
Un
ejército de luciérnagas,
flanquea
a la recién llegada
alumbrando
su paso.
Todos
los asistentes
parecen
estar de acuerdo,
asienten
como diciendo:
“Está
bellísima, es la más bella.”
Luce
vestido de pétalos de flor,
de
delicados colores.
Un
halo brillante le rodea,
es
el polvo fecundador
que
tanto atormenta a los humanos.
Aromas
embriagadores
destila
su presencia
inundando
el ambiente
de
sugerentes esencias.
“Maese”
golondrina,
acude
ante ella,
tomando
su mano
a su
asiento la guía.
Encabeza
el banquete,
a su
derecha, el sol y la luna,
a su
izquierda, nubes y lluvia,
enfrente,
retadora, la temida helada.
Elevando
la copa
de
dulce ambrosía,
la
primavera,
inicia
la cena.